Antes de ayer volé desde Fuerteventura a Madrid y ayer cogí otro avión hasta Santiago de Compostela, me desplacé a Lugo y pasé la noche con una amiga que hacía 4 años que no veía. Tremenda sensación confirmar la sospecha de que el tiempo mejora las amistades verdaderas. Hoy me levanté a las 7:30am, vine en bus a La Coruña para reunirme con la directiva de una Fundación interesada en mis proyectos y ahora estoy almorzando un menú del día en una taberna gallega mientras trabajo en redactar otro proyecto. La reunión no ha salido como me gustaría, pero sé por qué y hay que seguir mejorando, mis fallos me empujan a seguir, cada error me acerca a un acierto. Estoy en La Coruña y son las 3pm.
- Disculpe, ¿sabe usted por casualidad cuál es el río que pasa por Pisa?
Me giro hacia la barra y encuentro mirando hacia mí un señor mayor de pequeña estatura, pelo cano y expresión afable. Da la casualidad que hace unos meses aproveché un par de días libres entre la filmación de dos carreras ciclistas para re-visitar Pisa.
- Si no me equivoco es el río Arno señor.
- ¡Ese es! No me acordaba, muchas gracias.
Vuelvo a centrarme en mi plato de pulpo a la feira cuando a los pocos segundos,
- Oye, ¿y una técnica de caza de 4 letras? ¡Qué jodido es el de hoy! Chico, ya que tienes ahí el ordenador, ¿no podrías mirarlo?
Tras una pequeña búsqueda llegamos a la conclusión de que el término que estaba buscando para completar el crucigrama del periódico de hoy era ‘ojeo’. Acto seguido, atraído por su gentil carácter afectuoso invité al señor a sentarse conmigo. Nos presentamos, me instó a seguir comiendo tranquilo y comenzó a hablar.
- ¿Sabes? Fui marino desde los 16 hasta los 58 años, navegué por todo el mundo y viví la vida al máximo, pero sólo ahora he conseguido encontrar la calma, disfrutando de la vida a cada paso. Un paseo, unos vinitos y unas conversaciones con extraños.
- ¿No tiene usted familia en esta ciudad o es que prefiere hablar con desconocidos?
- Yo soy gallego de toda la vida y tengo una mujer maravillosa, 5 hijos y 6 nietos, pero ahora por desgracia vivo en Madrid aunque aprovecho cuando puedo para venir a Galicia, aquí salgo a las 10 de la mañana de casa y vuelvo a las 10 de la noche. Me encanta ir solo pero siempre hablo con la gente, es una bendición poder charlar con personas que se cruzan en tu camino aleatoriamente. Lo genial de hablar con desconocidos es que puedes hablar con libertad. Cada palabra que le digas a un amigo o familiar queda ahí para siempre, por lo que hay que medir lo que hablamos, mientras que por ejemplo a ti te puedo decir lo que me dé la gana y tú igual, dentro de un rato nos separaremos y no nos veremos más, por lo que en esta conversación somos libres.
- Y tras tantos años, ¿no echa de menos el mar?
- La verdad es que al principio sí, pero entonces fue cuando empecé a caminar…y ya he hecho el Camino de Santiago en 14 ocasiones, una de ellas comenzando en Sevilla. Pero siempre voy solo, me encanta la soledad, es como mejor se puede aprender del camino.
- ¿Y qué te ha enseñado a ti el camino?
- Sobre todo a aguantarme, en esta vida cuando eres capaz de soportarte tienes mucho ganado. La mayoría de la gente quiere que el mundo baile su música, tener todo bajo control, ¡pero no pueden Miguel! ¡la naturaleza está por encima de todo! Cuando era joven tenía gente muy sociable a mi alrededor, pero yo de siempre he ido a mi aire. Curiosamente ahora todos están solos, especialmente los que están acompañados. Yo sin embargo aprendí a ser feliz solo y es una lección que ahora me convierte en una persona muy afortunada.
- Supongo que la gente se complica demasiado…
- La mayoría de las personas son vulgares Miguel, ¿y sabes por qué? Porque tienen miedo, viven con miedo y su único objetivo es ganar más dinero, ¡dichoso dinero! A mí por suerte el dinero nunca me entró en el cerebro y es algo en lo que he hecho especial hincapié mientras educaba a mis hijos. Volviendo a lo que tú decías de la gente, están tremendamente equivocadas, la vida en realidad es muy simple, todo lo que hace falta es tener suficiente para comer y ser independiente, ¡nada más!
- Pues sí, con lo sencillo que es ser feliz.
- El problema de nuestra sociedad es la monotonía Miguel, la monotonía nos polariza, lo que nos vuelve malas personas y nos va matando.
Finalicé mi almuerzo y salimos juntos del restaurante, aún quedaba una hora para que saliera el bus hacia el aeropuerto de Santiago de Compostela y apenas había visto la ciudad. Por suerte tenía al mejor y más peculiar guía local posible. Comenzamos a caminar por el puerto sin cesar de compartir tiempo y conversación.
- ¿Así que te dedicas al cine? Pues a mí, tal vez porque estuve trabajando en fragatas de guerra y demás, me encanta ver películas de Nazis, ¡pero no por Nazi, eh! más bien por anti-nazi, cuando veo esas pelis disfruto cuando pillan a esos hijos de puta. Son las dos barbaries terribles humanas que jamás puedo llegar a comprender, el nazismo y la pederastia. Los niños deberían de ser sagrados Miguel, la única frontera real de la vida es la infancia, pues cuando la cruzas dejas de creer en todo y pierdes la inocencia.
- ¿Y encuentra parecido y relación entre la vida en el mar y el camino?
- Sí claro, es igual pero diferente. Cuando trabajaba en el mar vivía al día, 42 años de marinero en los que no me privé de nada, en cada puerto pasaba de todo y ahí se quedaba, atrás, para siempre. Así mismo, para mí la magia del camino es estar una noche en un lugar y al día siguiente en otro, una característica esencial del ser humano es ser escapar de uno mismo. Yo me tomo unos vinos, doy un paseo, charlo con la gente…y soy feliz, no entiendo por qué para el resto del mundo es todo tan complicado.
Desafortunadamente nuestro encuentro llegaba a su fin. Me acompañó hasta la parada y allí mientras llegaba el bus nos pusimos a hablar con una pareja que estaría en sus 50.
- Usted dice que es gallega – comentó José María dirigiéndose a la mujer – pero noto en usted un acento argentino, ¿no será porteña?
- Pues sí, muy ávido señor, se nota que es usted un hombre de mundo. Pero la verdad es que siento que La Coruña es mi casa.
- Caballero, disculpe lo que voy a decirle a su señora – expresó con cortés delicadeza al hombre mientras agarraba su brazo, soltándolo ahora para apoyar su otra mano sobre el hombro de la mujer y continuar con soberana galantería - Yo soy de Ferrol, pero odio esa ciudad porque son todo calles rectas paralelas y perpendiculares. Sin embargo La Coruña me encanta, es como estar en el cielo, pues es una ciudad que tiene recovecos parecidos al cuerpo de una mujer, que es uno de los principales y más bellos motivos para vivir.
Tras unos segundos de perplejidad entre nosotros, la mujer maravillada se dirigió a mí,
- ¡Anda! Apunta bien joven, que de este hombre hay mucho que aprender.
Esa mujer no imaginaba que de hecho llevaba dos horas apuntando a fuego en mi consciencia cada palabra que José María me regaló al compartir conmigo su filosofía mundana de alta mar.