En los últimos años he vivido 3 meses en Londres, 7 en Grecia, 3 en Perú, volví a Sevilla donde me despedí de mis compañeros y amigos, tras ello viví 9 meses en Croacia, 6 en Canadá, 8 en Indonesia, 4 meses en Tailandia, pasé 2 años viajando por el mundo con un equipo de ciclismo y ahora vivo entre Berlín, Zúrich y Madrid.

Comencé a viajar con 21 años y con 33 he visitado más de 80 países. Siempre inicié cada uno de mis viajes solo y siempre los acabé acompañado. Toda aventura ha tenido sus retos y desafíos pero cada experiencia me ha hecho más fuerte. Tras varios años en la carretera he conseguido identificar mis síntomas y poder llegar a auto-diagnosticarme: padezco El Síndrome del Viajero Solitario.

El ser humano es social por naturaleza, busca apoyo y refugio en colectivos entre los que encuentra afinidad para sentirse más fuerte. La civilización está evolucionando hacia una sociedad de masas, donde el comportamiento global de la población queda regulado por modas y normas de conducta que rigen el 90% de nuestro tiempo; a qué hora levantarnos, a qué hora ir a trabajar, a qué hora desayunar, comer y cenar, a qué hora irnos a la cama…e incluso cómo vestir, qué música escuchar y qué tecnologías utilizar a fin de no sentirnos excluidos.

Viajar solo es la mejor forma de viajar acompañado

Nuestras relaciones humanas y hábitos de comportamiento construyen durante años nuestra zona de confort. Si estamos tristes, tener amigos o familiares a nuestro lado nos va a levantar el ánimo; si nos despertamos eufóricos y extremadamente alegres, el hecho de que el resto de nuestros seres cercanos no lo esté apaciguará nuestra emoción; si pensamos algo discrepante, la opinión general de las personas que nos rodean nos hará pensar que estamos equivocados y acabaremos acatando que lo correcto es lo establecido.

Gran Mezquita del Sultán Qaboos, en Omán

Así, estos factores sociales y humanos que nos rodean constantemente ofrecen una estabilidad emocional a la par que una comodidad afectiva que relaja nuestros sentidos y enfocan nuestro progreso humano de forma apacible. Sin embargo, al viajar solo dejas de tener esas referencias y tus funciones anímicas acaban funcionando de forma más independiente y autónoma, lo cual tiene sus aspectos positivos y negativos.

El conocer gentes y culturas diferentes constantemente es un hecho indudablemente enriquecedor; amplías tus horizontes y perspectivas llegando a comprender que la gran mayoría de cosas en esta vida son relativas. Conoces gente maravillosa y, en ocasiones, fuera de series, seres humanos inspiradores que simplemente con su comportamiento, forma de vida y respeto por sus principios y valores humanos cambian a las personas que les rodean.

Siempre he pensado que nacemos como botellas vacías y que la influencia de la gente que nos rodea va rellenando esa botella que conforma nuestra persona, teniendo la posibilidad de aprender a decidir cuánto queremos añadir de cada persona en nuestra botella.

Viajar solo ofrece la flexibilidad y oportunidad de acabar trabajando en proyectos alucinantes

Cuando pasas mucho tiempo solo, sin referencias ni opiniones que consideras fiables, corres el peligro de elevar tu opinión y juicio por encima de la de los demás. Es la lucha interna contra el ego la mayor de las batallas que un viajero ha de librar. Todo el mundo tiene algo que enseñarnos y es en la capacidad de escuchar y apreciar a nuestro alrededor donde radica la clave del éxito, definiendo ‘éxito’ por supuesto como proceso de constante desarrollo y aprendizaje humano.

Al viajar, descubrir y trabajar en nuevas culturas, a menudo se encuentran situaciones a las que no estamos acostumbrados, comportamientos que nos parecen extraños, irracionales e incluso a veces injustos. Pero es justo en esos momentos cuando tenemos la oportunidad maximizar nuestro aprendizaje si somos capaces de relajar y expandir nuestra mente.

Viajar solo es una forma de conocerse y descubrirse

En mi caso, he pasado el tiempo necesario en muchos lugares como para llegar a construir grandes amistades…justo antes de tener que marcharme a otro lugar.

Diluyo la nostalgia y la añoranza de tantos seres queridos esparcidos por el mundo con los que no puedo compartir tantísimo como desearía en jarabe de pura vida que me ofrecen las nuevas aventuras y enseñanzas cada día.

Sin tener una colectividad que dosifique las emociones, a menudo llegas a pensar que tienes miles de amigos, que todo el mundo es genial y que la vida es maravillosa, pero a veces sientes que estás completamente solo en un mundo inmenso repleto de individuos egoístas. Inevitablemente, necesitamos mucho más tiempo para hacer amigos que para perderlos y conforme pasan los años y sigues caminando, en ocasiones acabas teniendo la sensación de que hay muchísima gente acompañándote tras tus pasos, pero muy pocos a tu lado.

A veces te enfrentas a la soledad, pero esta también te enseña

Así, El Síndrome del Viajero Solitario se caracteriza por una inestabilidad emocional y una alteración en la percepción del tiempo y el espacio al resetear la concepción de los mismos y reconectar con lo básico y fundamental, con el origen. Es una mezcla de la adrenalina de lo incierto con la improvisación del momento. Es el no saber si la vida va muy deprisa o hay tiempo para todo, si se tienen miles de amigos o solo unos cuantos verdaderos, si el mundo es un lugar descomunalmente grande o un pañuelo.

Como en todo síndrome, el primer paso es identificarlo, el segundo aceptarlo y el tercero es buscar el remedio. En mi caso creo que el síndrome que padezco es el regalo que tengo la fortuna de vivir cada día y que no hay mejor forma de afrontarlo que aprovechar cada uno de los segundos y personas que me rodean para seguir aprendiendo.

La vida es hoy, aquí y ahora, allá donde esté y cuando quiera que sea. Sonreír es la forma más efectiva de cambiar el mundo y tengo decidido continuar mi revolución.

Aunque viaje solo sé que mi camino lo recorren conmigo todos aquellos que caminan a mi lado.

El síndrome del viajero solitario