Cuando somos pequeños, es la curiosidad por aprender y descubrir lo que nos empuja a preguntar constantemente cualquier cosa que no comprendemos, pero es que además, se da el caso de que cuando somos niños queremos comprenderlo todo. Esa combinación, curiosidad y preguntas, resulta la fórmula perfecta del aprendizaje. No obstante, al hacernos adultos de cierta manera estimamos que sabemos lo básico y fundamental cuando en realidad si mantuviéramos el interés por entender el comportamiento de los demás con toda seguridad podríamos aprender de los que nos rodean a fin de convertirnos en un ser humano más tolerante y comprensivo. Por ello aún no consigo entenderlo, ¿por qué dejamos de hacernos preguntas?

Los niños utilizan la capacidad de hacer preguntas para continuar aprendiendo siempre

Observando a los niños te percatas de que no dan nada por sentado; tocan, juegan, preguntan, en definitiva, descubren. Ese comportamiento puede suceder tan solo por la consciencia de saber que no se sabe, y es justo esa humildad personal la que predispone a seguir aprendiendo y desarrollándose. Sin embargo, cuando crecemos necesitamos hacer valer nuestra posición y juicio a fin de crearnos una imagen sólida y creíble, sin percatarnos que nuestra firmeza está haciendo un muy flaco favor a nuestro desarrollo personal.

Al darse un malentendido o una situación comprometida, el ser humano adulto automáticamente tiende a pensar que la otra parte está totalmente equivocada e incluso a menudo resulta increíble entender el por qué esa persona ha actuado de esa determinada manera, pasando a juzgarla y etiquetarla por su comportamiento. Pero, ¿y si nos pusiéramos de veras en su lugar? ¿Y si comenzáramos a hacernos preguntas hasta tratar de llegar a comprender los motivos que han empujado a esa persona a actuar así?

Cada uno es un mundo diferente, con sus particularidades y circunstancias que además son vistas de forma totalmente subjetiva dependiendo el juicio individual de la persona, pero asiduamente resulta más sencillo y rápido pasar por alto estas condiciones, desperdiciando así no solo una oportunidad excelente de acercarnos a nuestros afectos al resolver los conflictos dialécticamente, sino una ocasión maravillosa de aprender sobre el comportamiento humano del mundo que nos rodea.

Cada día presenciamos maneras de vivir que a priori no comprendemos, desde formas de vestir o hablar hasta variaciones en estados de ánimo sin, bajo nuestro punto de vista, motivo justificado aparente. La verdadera pregunta consiste en si queremos seguir juzgando y etiquetando sin más o tomamos la iniciativa de pararnos a pensar y reflexionar ante cada situación incómoda. Los niños aprenden sin sosiego gracias a no haber desarrollado aún un orgullo que les impida contemplar la opción de estar equivocados, pero la vida es larga y nos ofrece infinidad de oportunidades para seguir creciendo y aprendiendo simplemente si siguiéramos haciéndonos preguntas. Hoy la que me ha hecho a mí pararme a pensar y reflexionar es, ¿por qué dejamos de hacernos preguntas?

La curiosidad impulsa a los niños a descubrir

Nos centramos en enseñar a los niños, pero podríamos aprender de ellos, por ejemplo a seguir haciéndonos preguntas