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Tú eres la revolución

Corren tiempos revueltos, no hay duda de ello y tras viajar tratando de involucrarme siempre lo máximo posible en las culturas locales me he percatado de algo tan sorprendente como consternador. Allá desde donde estés leyendo este artículo te costará creer lo que te voy a decir, pero sí, la percepción que tienes de los problemas que crees que golpean solo a tu país en este momento es exactamente la misma que tiene la mayoría de la gente en sus respectivos países.

  • ¿Crees que los políticos de tu país son los más corruptos del mundo?

  • ¿Consideras que el desempleo juvenil es un problema terrible?

  • ¿Que la sanidad se está convirtiendo en un servicio cada vez más privado y exclusivo?

  • ¿Sientes que cada día hay más manifestaciones y gente descontenta?

  • ¿No te da la impresión de que antes era todo más auténtico y entretenido y que la ley es cada vez más restrictiva?

Pues bien, eso es exactamente lo que piensan tanto peruanos, como españoles, indonesios, británicos, tailandeses, griegos e incluso canadienses. Algo que me ha hecho llegar a la conclusión de que el problema y principalmente la solución se encuentra en nosotros. Ya es hora de dejar de quejarnos de que todo va mal y pasar realmente a la acción. Tú amigo, tú eres la revolución.

La crisis de valores que azota a nuestra civilización se ha convertido en algo tan global que da la impresión de que cualquier movimiento o acción va a ser en vano, de que es imposible cambiar la situación. Además, el hecho de vivir en la era de la información y la comunicación nos permite descubrir a menudo historias increíbles de personas extraordinarias que llevan a cabo algún tipo de actuación que no solo tiene especial relevancia sino que además denota tintes épicos y conmovedores. Estos hechos nos hacen pensar que cambiar el mundo es algo inalcanzable para nosotros. Nada más lejos de la realidad.

En cada país los colectivos se desgañitan protestando contra sus entes políticos, pero desafortunadamente la realidad es que a día de hoy las Corporaciones y Agencias internacionales tienen mucho más poder que los políticos de cada país.

Como ciudadano, eres concebido como ‘consumidor’ para el sistema y, por lo tanto, una de las armas más potentes que tienes es elegir tu forma de ‘consumir’, algo que haces todos los días de tu vida y que puede realmente afectar a las marcas que forman las corporaciones manejando el rumbo de la sociedad. Normalmente, los más adinerados consumen entre ellos; el director de una gran compañía compra el coche de lujo a una compañía muy poderosa, almuerza en los restaurantes más exclusivos donde el dueño también es millonario, pasa las vacaciones en el resort de lujo de otro empresario tan opulento como él, etc. Así, se puede decir que existen dos grupos financieros en el mundo: nosotros y ellos. Cada vez que eliges consumir en una cadena alimenticia en lugar de en un restaurante local, cuando adquieres todos tus alimentos en una cadena de supermercados en lugar de en las fruterías, panaderías, pescaderías, etc. de tu barrio, al comprar ropa de marcas internacionales en lugar de prendas hechas mano y en resumen cada vez que decides consumir en cadenas y multinacionales estás haciéndoles más ricos y poderosos a ellos y menos a nosotros. Riqueza es poder y poder es decisión, tan simple como eso.

 
 

Así, enfocar tu forma de consumir es claramente un modo de revolución que puedes ejercer cada día, pero no es la única. Un mundo mejor es posible y nosotros somos la clave para alcanzarlo, pero para que la gente esté en disposición de llevar a cabo labores humanitarias, acciones comunitarias de forma desinteresada y otras actuaciones que pueden hacer el mundo un lugar un poco mejor, necesitan motivación, inspiración, felicidad, alegría.

Nuestro estado anímico lo forman las personas que nos rodean, algo que funciona igual en la dirección contraria. Tú formas e influencias la moral de aquellos que te rodean cada día y ahí radica otra herramienta poderosa de rebelión y cambio. De la misma forma que cada día eliges tu forma de consumir, también decides tu manera de actuar. Cada vez que te comunicas con una persona o incluso al cruzar miradas, tú decides si prefieres hacerlo de cualquier manera o sin en cambio optas por regalar una sonrisa, hablar de manera positiva y tener una influencia beneficiosa en tu semejante.

Todos los días te cruzas con cientos de personas en los que ejerces una influencia directa y a cada momento tomas decisiones que pueden cambiar el mundo. Ahora ya sabes las herramientas de las que dispones para comenzar tu insurrección, ya no tienes excusas para quedarte de brazos cruzados quejándote de que el mundo podría ir mejor porque tú eres la clave del cambio. Sé que no me fallarás, ambos sabemos que el momento ha llegado y que tú amigo, tú eres la revolución.
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Eliminemos ‘Compartir’ del Diccionario

No quiero que haya un término para algo que debería ser un gesto tan natural como respirar, no quiero pensar en cuánto me queda si doy una parte, ni dudar de la necesidad de alguien a quien puedo ayudar sin más. Sueño con destruir estereotipos y prejuicios por los que se juzgan a aquellos que dan sin esperar nada a cambio, con regalar cuando me apetezca y no cuando me sea dictaminado. Por favor, eliminemos “compartir” del diccionario.

Eliminemos 'Compartir' del diccionario

Algunos defienden el valor de sus pertenencias ensalzando bienes tan efímeros como incluso bebida o comida porque “se lo han ganado con su esfuerzo”, y lo último que yo haría sería juzgar el empeño de cada uno, pero esa afirmación me resulta tan ilusa como injusta, ¿o acaso tu vigor y sacrificio habrían servido igual si hubieras nacido en el cuerno de África, sin una pierna o habiendo crecido siendo maltratado por tus padres?

 

Piénsalo, si los que no tienen nada lo ofrecen todo sin dudar, ¿por qué nosotros que hemos sido tan agraciados y afortunados, tenemos la necesidad de crear y utilizar el término “compartir” como recompensa social por la que sentirnos orgullosos de una buena acción, cuando en realidad no es tal, sino que es algo propio e inherente de la naturaleza humana?

Siempre que he viajado a comunidades desfavorecidas me ha maravillado cómo lo comparten todo

Hallándome en una isla de Indonesia filmando un documental llegué a una aldea de montaña remota tras varias horas caminando, denotando visibles rasgos de hambre y agotamiento. Tras un par de minutos caminando entre las chabolas del poblado, una mujer local me invitó a subir a su casa con el pretexto de ofrecerme alimento, aunque en realidad estaba a punto de regalarme una de las lecciones más brutales de mi existencia.

Es un hecho: las personas humildes comparten más y mejor

Después de descalzarme en la puerta me adentré en la salita principal y senté en el suelo de madera junto a sus tres hijos, todos visiblemente menores de diez años, que observaban y tocaban con fascinación mi equipo audiovisual. Al cabo de unos minutos, la mujer entró con un bol de arroz, lo depositó en el suelo y llevó a cabo un gesto que provocó mi consternación en ese instante y que jamás olvidaría: con un tenedor dividió el arroz en dos partes iguales, sirviendo una de ellas en mi plato y depositando la restante entre los platos de sus tres hijos. Ni preguntó, ni sonrió como muestra de complicidad, ni hubiera servido de nada que hubiera manifestado mi renuncia a tal reparto de comida, pues, a pesar de que era evidente que tan solo el equipo que llevaba valía más que todas las pertenencias de la familia, casa incluida, sin cavilar y de forma natural, me acababa de ofrecer la misma cantidad de arroz que a sus tres hijos quedándose ella sin probar bocado.

 
 
 

Ofrecer siempre, dudar nunca, juzgar jamás. Decide entre pensar que te mereces tus pertenencias o que es una suerte y privilegio que las tengas. En un acto de demencia, comete la osadía de revisar tus posesiones y simplemente entregarlas sin más a quien no las necesite. Entonces tal vez, tu demencia se transforme en disparate y puedas por fin eliminar el término ‘compartir’ de tu diccionario.

La amistad suele ser un buen pretexto para compartir sin miramientos

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Un retrato a la tolerancia

En el mundo globalizado de hoy, con fácil acceso a información (y a desinformación), y donde todo el mundo encuentra cómodamente hogar editorial a su opinión a través de redes sociales, se ha enfatizado el uso del término tolerancia para etiquetar opiniones o conductas gratuitamente, difuminando así el auténtico significado de este valor al que osamos retratar a lo largo de este artículo.

Un retrato a la tolerancia

En el día a día cotidiano, es frecuente encontrar situaciones en las que discrepamos con amigos, familiares o nuestra pareja. Aunque muchas veces nos cueste creerlo, cada persona, por muy radical, engreída o incluso absurda que nos resulte, está completamente segura de que su juicio es el correcto, el justo y, en su extensión, el más tolerante. Es por ello que tachar de intolerante al prójimo a menudo automáticamente etiqueta al acusador como tal, al no ser capaz de comprender que nuestro semejante no guarda malas intenciones ni tiene por qué ser un cretino, simplemente atesora una perspectiva diferente a la nuestra. Sí, atesora, y es que es el orgullo el que debilita nuestra capacidad de conversación disminuyendo al mínimo el margen para aprovechar la ocasión de aprender. Nos afligimos ante la opinión contraria como si de un ataque personal se tratara, y es ahí cuando utilizamos el recurso de la (in)tolerancia para desacreditar a nuestro contrincante, haciendo un muy flaco favor a la reputación de este término.

 

Por otro lado está su uso político, pues es utilizada como herramienta para reprimir nuestro comportamiento e impulsos más certeros. No puedes criticar tal cosa o expresar tal otra, porque debes de ser tolerante, ¿pero hay acaso mayor intolerancia que trazar o cercar la opinión de otros, cualquiera que esa sea? El problema no es el mensaje, sino las formas; no es el contenido, sino la intención. Expresar opiniones, creencias y valores es tan necesario como instructivo, pero en la delicadeza de ser capaz de hacerlo sin herir la sensibilidad de los demás, radica la cualidad de la tolerancia y la base de una conversación constructiva.

El problema no es el mensaje, sino las formas; no es el contenido, sino la intención.

Tolerancia no es que te complazca lo diferente, sino aceptar y respetar lo que te molesta, lo que odias, lo contrario a ti. Afortunadamente, es incuestionable que en un futuro cada vez más cercano la globalización será una realidad completa y conviviremos en cualquier lugar personas de diferentes razas, culturas, religiones, inclinaciones sexuales e incluso gustos musicales. Para ese entonces, el significado de este vocablo será diferente al que es hoy, tal vez ya no será utilizado para adornar egos ni vestir orgullos, sino que el ser tolerante será tan normal y aceptado que el simple hecho de mencionarlo parecerá ridículo.

 

Es importante concienciarse de que expresar la necesidad de tener que ser tolerante hacia alguien marca en sí una diferencia, empleándose como un arma compasiva que sitúa a quien nos dirigimos en un plano inferior, diferente. En definitiva, la tolerancia no se dice, se hace. Disculpadme, me dispuse a soñar, y soñando soñé que no parecíamos todos iguales, sino que en realidad lo éramos.

La tolerancia no se dice, se hace

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Los Pilares del Positivismo

¿Eres feliz? Preguntó una boa a una pequeña ardilla segundos antes de devorarla mientras comprimía cada vez más con sus prietos músculos el cuerpo del pequeño roedor. ‘Por supuesto, siempre lo he sido y siempre lo seré’ – Pero sabes que estás a punto de morir, ¿no es eso a caso motivo de discordia para ti? – Si el hecho de morir de esta manera me hiciera infeliz, eso querría decir que toda mi vida ha sido falsa, pues si siempre me he sentido tan afortunada de poder correr y saltar libre entre los árboles, entonces no tendría sentido que ahora me lamentara y llorara por caer presa de uno de los peligros que siempre han existido ahí fuera. Sabía que estabas ahí y que este momento podía llegar, pero aún siempre fui feliz de poder disfrutar jugando libre en el campo. – Supongo que ahora se puede decir que ya no eres tan libre, justo antes de morir. – Te equivocas querida boa, pues la libertad no termina con el cautiverio ni mucho menos con la muerte, mi felicidad siempre me hizo libre y libre me voy, fiel a mi estilo, feliz.

A menudo ignoramos el tremendo valor de la libertad

Cada vez que vuelvo a casa por un tiempo, mucha gente me pregunta sobre qué adversidades y momentos duros he pasado durante mis aventuras, dando por hecho que es imposible conservar un estado anímico positivo constantemente, entonces siempre les recuerdo la frase que me acompaña desde pequeño, y es que están hablando con la persona más feliz del mundo con mucha diferencia sobre el segundo. Desde la más profunda humildad y respeto a la forma de entender la vida de cada uno, paso a describir las claves que rigen un caminar marcado por la ilusión, el entusiasmo y la jovialidad, se trata de los pilares del positivismo.

 
 
 

Lo perfecto es mejorable. La mayoría de la gente os dirá que la perfección no existe, y yo afirmo, sin miedo a equivocarme, que están estrepitosamente equivocados. Una situación o instante dado no solo puede ser perfecto, sino que además cuando te percatas de que lo es y estás seguro de que nada podría mejorar, entonces sucede, lo perfecto mejora. Es una condición que me ha ocurrido docenas de veces, el estar contemplando sobrecogido la perfección sublime de un momento y volver a pecar de nuevo de inocencia al atestiguar lo presente convirtiéndose en algo aún superior.

 
 
 

Todo, todo y todo en esta vida es relativo. Jamás tengas la certeza de que tu opinión es la correcta y acertarás. Cada situación y persona tienen una infinidad de factores que ni conocemos ni comprenderíamos pero que influyen directamente en el juicio de cada individuo. Uno de los más flacos favores que la sociedad hace a nuestro desarrollo personal, es el habernos convencido de cierta manera de que tener la razón nos hace más ilustres, cuando en realidad se trata tan solo de una ilusión creada por nuestro orgullo para generar pequeñas dosis de satisfacción efímera. No hay ocasión más apropiada e idónea para aprender que cuando se presentan ante nosotros opiniones contrarias o dispares a nuestro dictamen, pero para ello hemos de aceptar la subjetividad de lo cierto, respetando especialmente aquellos puntos de vista que no comprendamos y aprovechando que todo es relativo para disfrutar de la diversidad y pluralidad de la vida en sí.

 
 
 

No hay nada imposible…hasta que estás completamente seguro de haberlo intentado todo. Siendo en este caso la segunda parte la más importante de la frase, pues el simple hecho de intentarlo todo ya es un triunfo palpable e incluso frecuentemente cuando se entrega todo lo que se tiene dentro, aunque no se logre el fin deseado, a veces ni es relevante, pues nuestros esfuerzos nos han llevado a otro lugar o hecho ver las cosas de otra forma, ejercicio que ineludiblemente acarrea un aprendizaje positivo.

Está en tu mano el vencer la desidia y comenzar a hacer lo que amas

Este ensayo no pretende ser ni mucho menos una guía ni referencia para la búsqueda de la felicidad, sino tan solo un mero ejercicio de compartición de sugerencias que han resultado ser efectivas para afrontar la vida con una sonrisa manteniendo siempre el espíritu de tratar de aprender, luchar y soñar bajo cualquier circunstancia.

 

La conclusión es que no hay que conformarse ni cegarse en buscar siempre más o mejor, sino centrarse en apreciar al máximo lo que se tiene en ese instante pero manteniendo los sentidos despiertos para captar nuevas circunstancias que conviertan la situación en incluso mejor, más perfecta. Es como la magia, existe y es posible, pero hay que creer.

Libérate de tus miedos y piensa, actúa y vuela libre

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Autostop, filosofía de pulgar

Con tan solo una sonrisa, el pulgar de mi mano derecha y una pizca de paciencia, en el 2009 recorrí el sur, costa oeste y norte de Francia, comenzando en Girona y acabando en París, un año más tarde viajé desde el norte de Perú hasta Bogotá cruzando todo Ecuador y el Sur de Colombia, después pasé un mes recorriendo el Tíbet, más tarde visité cada uno de los 11 países de Los Balcanes, también a dedo, además de otras aventuras varias como pasar tres semanas explorando Indonesia o tenerlo como forma habitual de viaje mientras vivía en Grecia, Croacia y Canadá. Amante de rutas intuitivas e improvisadas y viajero de caminos inciertos, poder disfrutar de conocer y descubrir personas de manera aleatoria se ha convertido en ingrediente fundamental de mis viajes, dicho esto me declaro oficialmente amante y seguidor acérrimo del autostop, auténtica filosofía de pulgar.

Hacer autostop es una filosofía de viaje que asegura aventuras y aprendizajes

Lo denomino filosofía porque para mí tiene una serie de factores y valores que lo convierten en tal, comenzando por supuesto porque su concepción es totalmente individual y personal. En mi caso, si decido que autostop sea el medio de transporte durante un viaje, me exijo no gastar ni un céntimo en desplazamientos y que todos se realicen andando o a dedo. En ocasiones he caminado durante muchas horas sin que ningún vehículo se detuviera, pasando frío o incluso viéndome forzado a dormir en lugares nada atractivos. No obstante, antes o después el azar siempre vuelve a golpear a favor y cuando situaciones increíbles suceden en el futuro, nunca olvido el camino que me ha llevado allí. Esta tesitura me ha hecho desarrollar la certeza de que al viajar es irrelevante cuanto camines y no tiene sentido desesperarse, pues cuanto más te alejes más te estarás acercando a otro lugar.

Hacer autostop es una forma de conocer gente maravillosa

Camiones, motocicletas, tractores, rancheras, deportivos, caravanas o incluso barcos, practicar autostop no solo me ha permitido viajar de forma habitual prácticamente sin presupuesto, sino que además me ha regalado aventuras, anécdotas y amistades inolvidables. En Ecuador, acabé durmiendo en iglesias de pueblos perdidos de montaña; en el Tíbet viajé en la parte de atrás de una motocicleta conducida por un monje; en Colombia ante una disyuntiva de caminos, decidí tomar el más corto y resultó que me adentré en la selva amazónica y acabé en un poblado indígena; en Bosnia viajé con una cantante de la ópera de Budapest, que de buena gana me hizo una demostración dentro del coche (poniendo a prueba la resistencia de los cristales); en el Oráculo de Delfos (Grecia), de noche y tras varias horas, por fin se detuvo un coche y resultó que al conductor lo acompañaba en el asiento de copiloto, con el cinturón abrochado… ¡un osito de peluche! Por supuesto no podía dejar pasar tal oportunidad, subí a bordo y acabé visitando con el chico una auténtica boda griega, tomando copas en un exclusivo bar junto a los espectaculares monasterios de Meteora y durmiendo en su casa vistiendo un pijama de seda azul tras deleitar la deliciosa cena griega que preparó su madre. Y estos son solo algunos ejemplos.

Recorrí el Tíbet durante un mes a dedo. Simplemente maravilloso.

Si bien es cierto que practicar autostop es un ejercicio que conlleva exponerse a correr riesgos que están ahí fuera, por lo que es necesario tener todos los sentidos e instintos despiertos a fin de minimizar las posibilidades de tener que enfrentarnos a una situación inoportuna. Aunque pueda sonar reaccionario, mi consejo es que una chica nunca practique autostop en solitario y que lo haga, a ser posible, acompañada de un chico. Desafortunadamente he conocido gran número de casos que apoyan esta opinión.

En países con mucha autovía como Francia, los puntos de peaje son buenos lugares para hacer autostop

Una circunstancia que suele aparecer al viajar, sobre todo cuando se hace en solitario, es que se agudizan nuestros instintos naturales, por lo que frecuentemente supone una buena decisión seguirlos sin titubear. En decenas de ocasiones, mientras hacía autostop, se ha detenido un vehículo cuyo conductor, por cualquier motivo, no me inspiraba confianza y, tras agradecer que se detuviera, he seguido caminando sin más. Tal vez mis sospechas eran infundadas, pero cuando se viaja cualquier gesto que minimice los riesgos automáticamente maximiza las probabilidades de que nuestra aventura sea un éxito. Así mismo, cuando se tiene un buen pálpito hacia el conductor, estimo que hay que subirse a ese vehículo, aunque insistan en que solo nos pueden llevar unos kilómetros o vayan en otra dirección, al fin y al cabo, viajamos para correr aventuras y la felicidad no está en el destino sino en el camino, ¿no? En Francia, un hombre mayor que conducía junto a su esposa nigeriana, tras detenerse y preguntarme por mi destino me comunicó que tan solo podía llevarme unos 5 kilómetros, pero me dio tan buenas sensaciones que subí de todos modos. Acabé en un camping con ellos cocinando, de barbacoa junto a su auto caravana de la que, al llegar al camping, comenzaron a salir de uno en uno y hasta nueve, todos los hijos de la pareja, altos y bajos, blancos, negros y mulatos, de pelo liso, largo y rastafari… los 9 hijos completamente diferentes, ¡como si de una comedia se tratara! Ojalá hubiera una fotografía que atestiguara la cara que se me quedó en aquella situación, pues hizo reír a carcajadas durante varios minutos a la familia al completo…que en este caso no es decir poco.

Los camioneros suelen parar bastante, y en general tienen una conversación fabulosa

Cuando la gente me pide consejos para viajar lo primero que les respondo es que lo fundamental es conocerse a uno mismo, pues hay tantas formas de viajar como personas en el mundo, por lo que siempre aconsejo pasar tiempo estudiándose y conociéndose a fin de desarrollar una modalidad de viaje que se ajuste a cada uno. Si eres del tipo de viajeros que considera fundamental poder conectar con otras personas y disfruta el camino sin prisa ni guion y que, tal vez la filosofía de pulgar sea la tuya, pues solo eres completamente libre cuando no sabes dónde vas…y no te importa absolutamente nada.

Solo eres completamente libre cuando no sabes dónde vas y no te importa absolutamente nada

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La felicidad que se viene

Desde hace unos meses y especialmente en los últimos días todo pinta mal; impotentes y pusilánimes somos avasallados a diario con noticias negativas y derrotistas, nuestra zona de confort ha sido ultrajada y anímicamente nos gobierna la frustración, el agotamiento y la desesperanza. Este año está siendo complicado, sí, pero aunque comencemos incluso a dudar de la evidencia pasajera de esta desdicha que nos ha conducido al marasmo colectivo, pronto superaremos este infortunio y volveremos a ser libres. Entonces estaremos en plena disposición de disfrutar la felicidad que se viene.

Pronto superaremos este infortunio y volveremos a ser libres

La situación de emergencia que vivimos nos ha obligado a tener que aceptar medidas y restricciones que atentan con nuestra definición de independencia y bienestar; nos enfurece el recordar todas aquellas actividades que ahora no podemos realizar y nos entristece pensar en seres queridos que hace meses que no hemos podido ver, ni abrazar. Nuestro agotamiento anímico nos presenta un panorama catastrofista en el que olvidamos que seguimos viviendo en una de las sociedades más avanzadas y acomodadas del planeta. Todos estos sentimientos son nuevos para nuestra generación, acostumbrada durante los últimos 30 años al mayor periodo de estabilidad y bonanza que han experimentado España y (en general) Europa, en toda la historia moderna. Estamos viviendo una etapa tan trascendental como dramática, que dejará mellas, pero también grandes lecciones y constructivos caldos de cultivo para quien esté dispuesto a aprovecharlos. Un animal que nació herido no se resiente de sus heridas; la bonanza a la que estábamos acostumbrados plantó las semillas de cada uno de los sentimientos de decepción, miedo y contrariedad que ahora estamos experimentando. Si regamos las lóbregas emociones que hoy nos abarcan, mañana se convertirán en robustos árboles bajo los que cobijarnos.

 
 

Si regamos las lóbregas emociones que hoy nos abarcan, mañana se convertirán en robustos árboles bajo los que cobijarnos.

Sin apenas percatarnos de ello, estos meses hemos desarrollado la capacidad de identificar y valorar lo que verdaderamente nos importa y lo que no. Por un lado, ahora sabemos a qué personas realmente echamos de menos, qué relevancia tienen para nosotros las actividades culturales, cuán reconstituyente puede ser un simple paseo en la naturaleza, la importancia de reunirnos con los que congeniamos y lo maravilloso que es tener la oportunidad y facilidad de viajar y desplazarse (algo que de hecho es muy nuevo para nuestra sociedad y todavía inaccesible para gran parte de la humanidad). Por otro lado, también hemos discernido todo aquello que ciertamente no precisábamos tanto, ya sean actividades, pasatiempos, objetos, lugares o personas. No obstante, hay algo aún más extraordinario que ha sucedido en este 2020: hemos pausado y disfrutado el tiempo y la ocasión de escucharnos. Todo esto ha propiciado una transformación positiva dentro de cada uno de nosotros; ahora mismo nos sentimos tristes, pero en realidad nos conocemos mucho mejor a nosotros mismos y estamos en disposición de orientar la vida para emplear nuestro tiempo en lo que y con quien nos hace felices.

Tenemos la opción de reflexionar para invertir nuestro tiempo con quien nos hace felices

Aunque ahora mismo puedan resultar alegorías enajenadas, inapelable e indiscutiblemente, en unos meses abrazaremos a amigos y familiares, sintiendo la verdadera carga de afecto que transporta un abrazo; beberemos y bailaremos con conocidos y extraños en bares y verbenas, conscientes de que la diversión auténtica es la compartida; viajaremos por España y por el mundo, apreciando el privilegio del libre albedrío y la aventura inmersiva de descubrir otras culturas; programaremos planes y excursiones con semanas y meses de adelanto, valorando la estabilidad y confianza en el futuro de la que habitualmente disfrutamos; viviremos sin miedo, siendo conscientes de nuestra vulnerabilidad con el convencimiento reforzado de que la vida es tan corta como maravillosa y que no hay que demorar ni un día para hacer aquello que ansiamos; pasaremos el día admirando sonrisas recordando para siempre los tiempos en los que la alegría fue enmascarada y, en definitiva, superaremos este lapso habiendo forjado las bases para saber quiénes somos y qué queremos, para valorar lo que tenemos y apreciar cada segundo, y para estar así en plena disposición de disfrutar copiosamente la felicidad que se viene.

Pronto disfrutaremos en libertad la felicidad que se viene

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La importancia de luchar por lo que sueñas

La vida se ha transformado en un ejercicio tan frenético y estresante que acabamos moviéndonos casi por inercia sin tener la oportunidad de pararnos a pensar en lo que verdaderamente nos gustaría hacer. Todos tenemos sueños pero pocos gozan del llámese espacio, tiempo, oportunidad…o coraje para luchar por ellos. Dicho esto creo que merece la pena escribir sobre la importancia de luchar por lo que sueñas.

Cuando se corre hacia a un lugar, si se pretende llegar algún día es imprescindible saber exactamente dónde está ese lugar. Invertimos gran cantidad de horas en redes sociales o televisión, escuchando los dilemas y conflictos ajenos o ejercitando nuestros cuerpos en gimnasios o piscinas, pero ¿cuándo nos paramos a escucharnos a nosotros mismos? Desde que nacemos nos van dando empujoncitos que nos conducen de un lado para otro, y sin embargo hay una actividad tan tremendamente simple como efectiva que nos han conseguido convencer que a día de hoy es una locura realizar: detenerse. No hay prisa, de verdad que no la hay. Nada más terminar doce años de educación primaria ya estamos inscribiéndonos en la universidad, donde a pesar de ser los mejores años de nuestra vida y sin ni si quiera estar convencidos de lo que queremos estudiar, nos aterroriza acabar un año más tarde de lo que deberíamos y al poco de finalizar nos desesperamos si no encontramos trabajo de inmediato. Y así transcurre la vida, cuando algo finaliza otro algo ya está comenzando, sin pausas que nos dejen respirar, que den libertad a nuestras emociones para expresarse. Si comenzáramos a cenar justo al finalizar el almuerzo, nunca llegaríamos a tener apetito. Continuamos haciendo lo que debemos sin tener en cuenta lo que realmente deseamos.

Continuamos haciendo lo que debemos sin tener en cuenta lo que realmente deseamos

Por otro lado está el miedo a la imposibilidad, es más bonito y romántico tener un sueño que llevar a la cama por las noches que luchar por él siendo muy probable cosechar la decepción del no acabar consiguiéndolo. Pero para combatir este hándicap hay dos herramientas. La primera consiste en medir tus sueños para conseguir resultados. No se trata de abandonar tus sueños por otros más factibles, sino de dividir tu sueño final en otros que estén más al alcance: divide y vencerás. La motivación de alcanzar cada peldaño no solo te hará más fuerte, sino que te impulsará hacia el siguiente al comprobar que eres capaz de conseguir lo que te propones. Entonces, como por arte de magia, lo que antaño era una montaña deja de serlo para transformarse en un punto de vista, lo kilómetros ya no son distancia sino camino y lo imposible ya no es quimera, sino un desafío.

La segunda estrategia consiste en no ser resultadista. Si te vas a lanzar a la extraordinaria aventura de cazar sueños, has de hacerlo siendo consciente de que los sueños sueños son, aceptando vivir con la magia y el misticismo que los rodean. La magia solo funciona si crees ciegamente en ella. Lo siento pero es así, cumplir sueños está estrictamente reservado a soñadores.

Cumplir sueños está estrictamente reservado a soñadores

Lo último a tener en cuenta y más importante, es que la persecución de un sueño va a cambiarte, te va a transformar en otra persona. Seguro que ya te has percatado de este hecho, ¿verdad? Hay dos tipos de personas ahí fuera, las que duermen sus sueños y las que luchan por ellos. Levantarte cada día con la ambición de conseguir una meta o por lo menos aproximarte un poquito más a ella, ineludiblemente va a hacer tu vida más sugestiva y, además, toda esa travesía va a conllevar en sí un aprendizaje tremendo en muchos campos, pero principalmente te va a descubrir a ti mismo quien eres y cuáles son tus capacidades. Créeme, en este proceso el descubrimiento va a ser positivo siempre, pues cuando luchas por tus sueños ya eres mejor de lo que crees, no porque lo seas de repente, sino porque ese proceso de lucha ineludiblemente te va a transformar en alguien mejor. Falta aclarar que un sueño no tiene por qué ser majestuoso o exorbitante, un sueño es algo personal, humano y está estrictamente diseñado para otorgar inagotables dosis de felicidad y satisfacción al que lo sueña. Puede tratarse perfectamente de tener un jardín precioso, una familia maravillosa, escribir un libro, salir de una enfermedad o vivir una vida en paz y armonía. Un sueño no se elige, se descubre.

Los sueños no son solo utopías con las que hacer divagar nuestras fantasías, son desafíos que nos marca nuestra mente para cerciorarse de mantener viva nuestra ambición por aprender y evolucionar. La importancia de luchar por lo que sueñas no radica en acabar cumpliendo esos sueños, sino en descubrir quién eres, quién puedes llegar a ser y, lo que es más importante, quiénes van a estar siempre a tu lado durante ese camino.

Hay dos tipos de personas: las que duermen sus sueños y las que luchan por ellos

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