Si al desplazarte a otro país cenas pizza, bebes Coca-cola, pasas el día conectado a las redes sociales a través de tu dispositivo móvil y por las noches te embriagas a base de Heineken junto a un turista australiano, entonces estás tomando un respiro y poniendo kilómetros de por medio con tu día a día cotidiano, algo que puede ser conveniente e incluso a veces necesario, pero, bajo mi punto de vista, no estás viajando, sino que te estás yendo de vacaciones.
No, no es lo mismo irse de vacaciones que viajar
Mi última expedición a Camboya tuvo un sabor agridulce, pues a pesar de disfrutar de toda una experiencia y descubrir un país y unas gentes maravillosas, me dolió ver como el turismo estaba transformando por completo la sociedad local, y es que son muchos los que tras visitar países infra-desarrollados se quejan de las diferencias sociales sin darse cuenta de que con su comportamiento consumista y desconsiderado están contribuyendo a que la situación siga siendo así e incluso empeore. Estos turistas viajan a países desfavorecidos motivados con un nivel de vida más barato donde poder vivir con todo tipo de lujos y disfrutar de un desmadre exótico de forma económica. Sin embargo, no se preocupan en informarse sobre los estándares locales y a menudo arraigan su conducta a base de una suma de dinero que no solo desestabiliza la sociedad local, sino que potencia su pérdida de identidad.
Si los turistas pagan 4 dólares por una hamburguesa con queso y se van tremendamente satisfechos por haber comido de forma económica, ¿Con qué motivación los cocineros locales van a seguir preparando platos tradicionales que solían vender por un dólar pudiendo preparar comida occidental? Si taxistas y motoristas logran cobrar 10 dólares por un viaje a los turistas, ¿Cómo van a aceptar transportar a los locales como siempre hacían por un precio diez veces inferior? Si las niñas locales embolsan en un fin de semana bailando en la barra de un bar abarrotado por turistas lo mismo que en un mes desempeñando un oficio corriente…si los vendedores de ropa consiguen ganar 5 veces más vendiendo productos ‘made in China’ que los que los fabrican a mano porque los turistas prefieren comprar más y barato…y así un largo etcétera de actuaciones que, a pesar de ser totalmente inocentes, llevan intrínsecas un efecto extremadamente nocivo para las comunidades locales.
Ir a Asia y pedir comida occidental es síntoma de "estar de vacacaiones" en lugar de "viajando"
"¡Más barato que el Mercadona!
Otro aspecto que se da sobre todo en países asiáticos, es que frecuentemente los vendedores locales sonsacan para poder venderles cualquier tipo de artículos a unos turistas que en la gran mayoría de los casos les ignoran e incluso desprecian, pasando como si fueran más, como si estuvieran por encima, ignorando que en realidad les están ofreciendo y presentando su lugar, su casa. Los turistas dejan pasar la oportunidad de interactuar y comunicarse con los pobladores autóctonos y no se percatan de los esfuerzos que estos hacen por captar su atención hasta el punto de que, a pesar de ser analfabetos, logran manejar un vocabulario básico de una gran variedad de idiomas. En los templos de Angkor Wat llegué incluso a escuchar una vendedora de telas vocear a un par de turistas españoles: “¡comprad! ¡Más barato que el Mercadona!”, aunque en este caso a los perplejos paisanos no les quedó otro remedio que darse la vuelta, sonreír…y acabar sucumbiendo a los encantos de la vendedora local adquiriendo uno de sus productos.
Nietzsche hablaba sobre como a veces sin damos cuenta estamos ejerciendo una influencia enorme sobre ciertas personas con nuestras palabras y/o comportamiento hacia ellos. En el caso de un viajero, conoces y descubres a muchas personas y, salvo en ocasiones excepcionales, alguien que conozcamos en la calle va a ser siempre uno más que, aunque tal vez logre despertarnos una sonrisa, no jugará una influencia crucial para nosotros. No obstante, la forma de actuar que nosotros tengamos hacia ellos si puede ser única y al no tener tantas experiencias con las que comparar, nuestro comportamiento puede resultar realmente relevante. Sobre todo si tras tratar de comunicarse con cientos de turistas que no solo los ignoran sino que los menosprecian, nosotros actuamos de forma positiva, ello jugará una influencia mucho mayor de la que nosotros jamás podamos imaginar, tal vez incluso le dé esperanzas y sueños, pero seguro autoestima y una gran pizca de alegría que recordarán mucho más tiempo del que nosotros lograremos mantener en nuestra memoria el emplazamiento turístico que estamos visitando.
Viajar es explorar, descubrir, aventurarse, y considero que para ello resulta imprescindible el trato directo con la cultura y gentes locales. Cuando nos exigimos a vivir y experimentar otras formas de vida, así como a comunicarnos y relacionarnos con personas que perciben la vida de manera completamente distinta a la nuestra, podemos a llegar a sentirnos incómodos, pero es justo gracias esa disconformidad como forzamos a expandir nuestra inteligencia cultural y a entender no solo que nuestra forma de concebir la vida no es la única, sino que incluso a veces no necesariamente tiene por qué ser la óptima. Viajar es un ejercicio de auto-exposición a lo diferente que tiene su repercusión directa en la forma de respetar y entender a los demás, diluyendo estereotipos y derrumbando prejuicios infundados.
Viajar es estar abierto a descubrir y experimentar
Para irse de vacaciones, resulta imprescindible incluir un emplazamiento que garantice unas fotografías espectaculares y a ser posible con un dote de historia que permita desplazarnos con el convencimiento de estar realizando una actividad cultural. Sin embargo, para viajar no solo no es necesario visitar un lugar de interés turístico, sino que en ocasiones puede ser hasta perjudicial si lo que de verdad buscamos es una experiencia cultural y enriquecedora, ya que el turismo suele traer consigo una influencia consumista y capitalista que acaba deteriorando la autenticidad y unicidad de los habitantes, tradiciones y cultura locales. Al contrario de lo que mucha gente piensa, viajar no está ligado para nada con desplazarse lejos, sino con encontrar algún factor cultural diferente para nosotros del que podamos aprender y extraer algo que nos ayude a crecer, ya sea ligado a las gentes, estilos arquitectónicos, gastronomía o cualquier otro, siempre y cuando lo vivamos desde dentro respetándolo desde fuera.
Aclarar que en ningún momento estoy criticando o ensalzando una u otra modalidad, pues si bien es cierto que viajar es un ejercicio que resulta frecuentemente agotador e incluso, en ocasiones, frustrante mientras que irse de vacaciones es justo lo que algunas personas necesitan para romper con la monotonía y conseguir un tan ansiado reposo físico y anímico. Tan solo estoy diferenciando y describiendo ambos estilos desde una perspectiva cultural, pues tras viajar he contemplado y llegado a diferenciar estas dos modalidades bien diferenciadas. ¿Vacacionas o viajas? ¿Descansas o descubres? No es lo mismo ser que estar ni irse de vacaciones que viajar. Decide entre maleta o mochila…¡Y a volar!